¡Vete por la sombrita, no le hables a extraños, y regresa por un camino diferente!
En 1 Reyes 13 encontramos este mandato divino que el Señor le dio a un hombre de Dios que vivió en Judá: “No comas pan ni bebas agua ni vuelvas por el camino que vayas”. Este hombre había sido enviado por Dios hasta Bethel para enfrentar al rey Jeroboam y el altar que había construído en esa ciudad, el cual Dios aborrecía. Este profeta le dijo al rey que el altar se partiría, su ceniza se derramaría, y que vendría un hombre llamado Josías que mataría a todos los sacerdotes paganos que Jeroboam había establecido. Esto ya no era una advertencia sino una profesía, porque en capítulos anteriores el Señor le había dado oportunidad al rey de arrepentirse y buscar Su camino. Jeroboam había perdido tanto su camino y su corazón estaba ya muy sucio que incluso se atrevió a levantar mano sobre el hombre de Dios: ordenó que lo prendieran. Por obra de Dios, su mano se inmovilizó e inmediatamente sucedió que el altar se partió y la ceniza se derramó. Jeroboam, por supuesto, tuvo miedo porque imploró