¡Vete por la sombrita, no le hables a extraños, y regresa por un camino diferente!

En 1 Reyes 13 encontramos este mandato divino que el Señor le dio a un hombre de Dios que vivió en Judá: “No comas pan ni bebas agua ni vuelvas por el camino que vayas”. Este hombre había sido enviado por Dios hasta Bethel para enfrentar al rey Jeroboam y el altar que había construído en esa ciudad, el cual Dios aborrecía. Este profeta le dijo al rey que el altar se partiría, su ceniza se derramaría, y que vendría un hombre llamado Josías que mataría a todos los sacerdotes paganos que Jeroboam había establecido. Esto ya no era una advertencia sino una profesía, porque en capítulos anteriores el Señor le había dado oportunidad al rey de arrepentirse y buscar Su camino.

Jeroboam había perdido tanto su camino y su corazón estaba ya muy sucio que incluso se atrevió a levantar mano sobre el hombre de Dios: ordenó que lo prendieran. Por obra de Dios, su mano se inmovilizó e inmediatamente sucedió que el altar se partió y la ceniza se derramó. Jeroboam, por supuesto, tuvo miedo porque imploró al hombre de Dios que le hablara "al Señor su Dios" para que la mano regresara a la normalidad. El hombre oró y Dios le escuchó. El rey, en agradecimiento, invitó al profeta a su casa a comer y beber. Pero el profeta tenía un mandato y negó la oferta del rey. Después, regresó a Bethel por un camino distinto al que usó para llegar, tal como el Señor le había indicado.

Hasta el momento, el profeta había cumplido todo lo que el Señor le había ordenado. Sin embargo, hubo otro hombre que vivía en Bethel y escuchó lo que había sucedido. Se le describe como "un profeta anciano", mas no como un profeta de Dios. Esto es clave en esta parte de la historia. Alcanzó al verdadero hombre de Dios en el camino y le ofreció comida y bebida en gratitud por lo que había hecho. El hombre de Dios primero rechazó la oferta tal como Dios le había mandado, pero el profeta anciano le dijo "Yo también soy profeta como tú, y un ángel me ha hablado por mandato del SEÑOR". Finalmente el verdadero hombre de Dios accedió. Esta parte de la historia terminó en que el Señor colocó palabra en el profeta anciano (profeta falso) para disciplinar al verdadero profeta. Cuando el verdadero profeta se fue de esa casa, fue asesinado por un león y dejado en el camino. Un final muy extraño, ¿no?

En esta historia hay varias lecciones que aprender. La primera es que un mandato divino debe cumplirse absolutamente. Nada ni nadie debe alejarte de ese mandato que Dios te ha dado, y si desobedeces traerá consecuencias graves. En el caso del profeta de Dios, murió a pesar de haber entregado las palabras del Señor a Jeroboam, solamente por desobedecer a Dios en la última parte de la misión (retorno a Bethel). La siguiente enseñanza es: aunque no seamos creyentes, cuando estamos en aprietos buscamos a Dios temporalmente para que haga milagros. Tal como el caso del rey Jeroboam cuando su mano quedó inmóvil. Rápidamente le pidió al profeta de Dios que le ayudara, aunque ya había establecido altares a otros dioses y nombrado sacerdotes paganos para cuidar esos altares. La siguiente está implícita, y es el hecho de que existen profetas falsos que pueden engañarnos, tal como el profeta anciano quien hizo caer al hombre de Dios y lo llevó a la muerte. La cuarta enseñanza es que hay ángeles celestiales y ángeles caídos (el diablo es uno de ellos). En la historia el profeta anciano menciona a un ángel, pero la Biblia establece que el diablo también puede disfrazarse como ser de luz. Finalmente, la más importante, el Señor quiere que le amemos con todo el corazón, con toda el alma y con toda la mente (Mateo 22:37-39).

Jesucristo nos deja esa gran instrucción en Mateo 22. Cuando amamos al Señor con todo el corazón, toda el alma y toda la mente, no caeremos en estas trampas. Al contrario, habremos creado una relación muy íntima con Dios para recibir advertencias sobre personas o hechos que quieran botarnos. También, habremos creado una comunión con el Espíritu Santo para aprender a discernir sobre los hechos y las personas. En aquel entonces, el Espíritu de Dios no se manifestaba como lo hace ahora después de Jesucristo. Hoy contamos con el Espíritu de Dios para crecer en discernimiento y percibir esas señales que nos indican que el camino que llevamos es incorrecto. Jesús es la vid, la luz y la verdad. No hay ángel caído ni profeta falso ni rey que pueda contra esta verdad. Debemos atesorarla en el corazón y obedecer siempre al Señor.


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