El Reinado de Josafat: Ayuno, Oración y Victoria Divina

Imagina que un día despiertas y la primera noticia que escuchas es que un ejército de dos grandes naciones invadirá tu país. ¿Qué harías?

Pues, así inicia el capítulo 20 del segundo libro de crónicas. El rey Josafat recibe la noticia sobre una guerra declarada por parte de los moabitas y los amonitas. Ambos son eternos rivales de Israel, lo cual tiene relación con los acontecimientos actuales en el mundo. Desde este momento podemos aprender que Josafat era un hombre que no se apartaba del Señor. Suplicó por la guía de Dios y ordenó a todo el reino de Judá que ayunaran y orasen. ¿Usted se imagina el poder espiritual que tendrían el ayuno y la oración a nivel de una nación entera?. Esta decisión de Josafat fue muy sabia, ya que desde el momento que anunciaron la guerra contra su reino sabía que la perdería si no tenía a Jehová de su lado. Tres lecciones nos deja esta parte: a) Cuando estamos en medio de los problemas, debemos buscar la guía de Dios; b) Siempre enfrentaremos oposición cuando hacemos la voluntad de Dios, ¡pero al menos sabremos que vamos por el camino correcto!, c) Dios permite la adversidad porque después de un conflicto siempre habrá una victoria y un aprendizaje.

El liderazgo de Josafat fue respaldado por nuestro Abba. La parte más bonita de este capítulo fue cuando el rey Josafat ora públicamente al Señor para exaltar su nombre, diciendo: "Jehová Dios de nuestros padres, ¿no eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?". Sin duda Josafat tenía un corazón bueno ante Dios porque le habló casi inmediatamente después de esta oración. Jahaziel, un levita, fue lleno del Espíritu Santo y así Dios habló a través de él. ¡Aseguró que fueran a la batalla y que Él les daría la victoria sin siquiera pelear! Es impresionante como el poder de Dios es tan inimaginable que gana una batalla para Judá sin hacerlos luchar durante la guerra. Josafat inclinó su rostro sobre la tierra, y todo el reino de Judá alabó a Dios. La gran enseñanza de acá es que nuestras oraciones tienen el poder de cambiar nuestro alrededor. Aún en medio de nuestras dificultades, debemos alabar y exaltar al Señor, y debemos tener fe al sentir que Dios nos ha demostrado que siempre peleará nuestras batallas por nosotros. Así hizo todo el reino de Judá después de la promesa: esperó firmemente en Dios ya que les ayudaría a vencer a sus enemigos.

Resulta que el ayuno, la oración, la alabanza y la exaltación agradó tanto a Dios que Él hizo que los amonitas y los moabitas se atacaran entre ellos mismos. Sin buscarlo ni esperarlo, terminaron peleando y perdieron una guerra que ni siquiera tuvo sentido. Sus adversarios fueron sus mismos compañeros de guerra. Tan así fue que solamente quedaron cadáveres en el lugar donde lucharon. Josafat y sus hombres fueron a recoger el botín, y tanto los bendijo Jehová que les tomó 3 días para recoger todas las pertenencias que ahora eran de ellos. ¿Usted cree que habrían muchos cambios a nivel de nación si nos uniéramos para ayunar, orar, alabar y exaltar el nombre del Señor como una sola Iglesia? Yo sí lo creo completamente. Lamentablemente, las iglesias están divididas en la actualidad: o crecen solamente hacia adentro (implosionan) o tienen celos ministeriales por otras iglesias que han sido más bendecidas por Dios. Por otra parte, no hay nada que pueda hacer el ser humano para afectarnos en la toma de nuestras decisiones. Siempre que tenemos a Dios de nuestra parte, nada ni nadie nos puede vencer. Recuerda, cuando vengan los problemas a tu vida: alaba al Señor, pon tu confianza entera en Él, no olvides de exaltar Su nombre. Sí, es más fácil decirlo que hacerlo, pero la Biblia nos muestra varias historias en las que esta fórmula funcionó para hombres y mujeres.

Recordemos que había dos reinos: Judá e Israel. Los dos reinos surgieron por el error del rey Roboam, hijo de Salomón, quien escuchó a sus amigos jóvenes carentes de sabiduría y arrogantes. Terminó ofendiendo a Jeroboam y se dio la división. Roboam quedó como rey de Judá y Jeroboam quedó como rey de Israel. Continuando con la historia del capítulo 20, Josafat hizo amistad con el rey Ocozías de Israel. La amistad entre el rey perverso Ocozías y el rey Josafat fue mal recibida por Dios. Acá observamos como un hombre que procuraba hacer la voluntad de Dios falló y le fue mal. Ambos reyes tuvieron una idea de construir barcos mercantes para enviarlos a Tarsis. Josafat tampoco consultó a Dios sobre estos planes. Luego recibió una profecía: Dios no estaba de acuerdo con su amistad con Ocozías y botaría sus obras. Finalmente, los barcos nunca zarparon. Esto suena a un Dios violento y malo, pero no es así. Dios es celoso, la razón es porque Él es el Todopoderoso y nos ama. Dios desea lealtad de parte de nosotros, y que Josafat haya puesto su confianza en Ocozías, alguien malo, hizo que Jehová se molestara. Imaginemos por un momento que tenemos un proyecto o una idea de negocio en mente, o alguna otra iniciativa que deseamos llevar a cabo. Si ésta idea no es consultada con Dios y, peor aún, nos unimos a yugos desiguales para hacer negocios o tratos, tengan por seguro que fracasaremos (2 Corintios 14-15).

Este capítulo de crónicas es uno de los mejores que he leído en este libro hasta ahora. En este capítulo se resume el reinado de Josafat, hijo de Asa, quien fue un rey de Judá también. Al igual que su padre Asa, Josafat encontró el agrado de Dios, aunque cometió errores también. La enseñanza más importante es que Dios perdona nuestros errores. Él no espera que seamos perfectos. Simplemente no podemos serlo porque existimos en un mundo corrompido por el pecado. Venimos de una simiente contaminada por el pecado original en el Jardín del Edén. Por tanto, no hay forma de ser perfecto. Sin embargo, sí es posible mantenermos cerca de nuestro Padre por medio de Jesucristo. Él es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6).

Nuestro único modelo humano perfecto se llama Jesucristo. Él es el Dios Hijo, el Dios revelado a toda la humanidad. Él fue, es y será la persona sin errores, perfecto. Cuando Él se encontraba a punto de ser entregado a los fariseos y los soldados romanos, decidió someterse enteramente a la voluntad de Dios, diciendo: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú." (Mateo 26:39, Marcos 14:36, Lucas 22:42). En este pasaje estamos frente a un Jesucristo quien, aún teniendo todo el poder otorgado por el Espiritu Santo, y aún antes de todo lo que estaba por pasar hasta morir en la cruz del Calvario, decidió seguir la voluntad de nuestro Padre. Esta es nuestra roca angular, esta es nuestra estrella del Norte, este es nuestro ejemplo a seguir. ¡Recuérdalo siempre!

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