Caminando por las tormentas

Hay una alabanza de Christine D'Clario que dice así: "Caminaré por las pruebas y el valle del temor, caminaré en la tormenta y no me vencerán...". Una tormenta representa un momento difícil en la vida: la pérdida de un ser querido, la enfermedad, una necesidad financiera, etc. Crédulo o incrédulo, las tormentas suceden y algunas nos llenan de miedo. Imagínense, ¡le sucedía hasta a los apóstoles que conocieron a Jesús en persona! Estaban en una barca y se les vino una tormenta, Jesús estaba descansando. Asustados, fueron y le despertaron. Para colmo, le preguntaron si no le preocupaba que se ahogaran. Jesús se levantó, reprendió al viento y al mar, y todo se calmó. Luego cuestionó a los apóstoles por tener miedo, ¿Acaso no tenian fe?

Es que nuestras oraciones van llenas de miedo y tristeza. Yo pienso que Dios quiere conocer nuestra fe. ¿Creen que Dios cambiaría si nosotros orásemos con miedo, temor, tristeza, angustia, desesperanza? Yo creo que no. Las oraciones deben ir llenas de fe, confiando en que Él, tal y como reprendió al viento y al mar, ya habrá hecho lo que le pidamos. Las tormentas no son para quedarnos en ellas. Son para sacar lo mejor de nosotros, para superarlas, y para crecer. Cuando la tormenta haya pasado, tendremos el tiempo de reflexionar y aprender lo que nos ayudó a superarla.

Que Jesús haya reprendido el viento y el mar nos deja una lección también: nosotros tenemos la autoridad de reprender lo que sea que nos está afectando, en el nombre de Jesús. Buscando soluciones a la vez. ¡No espere que la respuesta a una deuda llegué a golpearle a la puerta de su casa! ¡No espere que el hombre o la mujer que tanto anhela se presente por arte de magia o llegue hasta el sitio que ocupa en la iglesia!

No, usted reprenda lo que causa la tormenta (el viento y el mar), y ore con fe para que Dios respalde las soluciones que va a encontrar o revele posibles estrategias para resolver sus tormentas.

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